Aunque el lector más atento recordará que por este rincón de la WWW se recibió con entusiasmo el premio La Nación de novela otorgado a la
opera prima de Sergio Di Nucci; su recepción no dejó de producirnos algunas sospechas, y de momento no hemos leído
Bolivia Construcciones (ni figura siquiera como suplente en la lista de espera de próximas lecturas). Demasiados comentarios positivos de una crítica que pone a Fogwill a la altura de Scott Fitzgerald, y será un prejuicio sin mayor fundamento que el de su propia condición, pero también tratamos de evitar lecturas compartidas con progresistas ingenuos y señoras de zona norte que siguen las emisiones de Osvaldo Quiroga.
Sin mencionar que el hecho de ver el libro de Di Nucci junto al de Inés Gallo de Urioste... podrá entenderse como aparato de promoción en una economía proto-capitalista, pero al menos el martes pasado, en una sucursal de Galerna,
Fiesta estaba lo más lejos posible de
Buena leche - Memorias de una joven (no tan) formal, y
El buen soldado,
Mrs. Dalloway y
El fin de la aventura (por mencionar algunas pocas novelas que nos gustan y mucho) siquiera estaban en alguna estantería del local.
El jueves, un amigo envió el enlace. Luego, un amable lector escribió informando al respecto: parece que un chico de 19 años encontró en la novela de Di Nucci algunos párrafos tomados de
Nada, de Carmen Laforet. Un
long-seller desde su publicación en 1944, adaptado por Torre-Nilsson y reimpreso masivamente en los 90 por RBA. Jurados tan respestables como
Carlos Fuentes, Tomás Eloy Martínez, Griselda Gambaro, Luis Chitarroni y Hugo Beccacece, no se dieron cuenta del fraude. Tampoco los editores de la casa dependiente del grupo Random-House, a cargo del manuscrito. Ni los muy brillantes y ya mencionados críticos (de)formados por acumulación de horas junto a la señora Sarlo y al profesor Panessi.
¿Son cómplices del fraude? Sí. Pero no por no haber dado con el mismo, de existir tal. De ser un fraude, está en su naturaleza resultar, en un principio, exitoso (o al menos efectivo). Son cómplices, en todo caso, porque cualquier escolar es capaz de poner en duda que hombres tan notables y ocupados como Saramago o Fuentes o Sábato estén en condiciones de dedicar parte de sus jornadas a la lectura de los diez libros que suelen quedar en las shortlists de concursos (¿alguien imagina la agenda?, "9:15hs: firma de la solicitada por los derechos de las mujeres haitianas en Costa Rica", "9:18hs: escribir un nuevo artículo contra George Walker Bush y comparar la última intervención de los Navy Seals con el genocidio nazi", "9:19hs: "desayuno con Carmen Ballcels para negociar traducciones de un cuento extendido que se venderá como novela", "14:05hs: lecturas de las novelas finalistas del concurso de Argentina", "14:06: llamada telefónica a mamá"). Son cómplices, en todo caso, del analfabetismo que los lleva a editar golpes de efecto que es necesario saldar para desocupar un depósito que espera albergar un nuevo y frustrado golpe de efecto, en vez de intentar la publicación de buenos autores que han probado muy dignas ventas (Eddie, de George Plimptom, sigue descatalogado, lo mismo La tormenta de hielo de Moody y muchos otros que no necesitaron pasar por el saldo). Son cómplices, en todo caso, porque las lecturas de Blanchot y De Certau parecería que no sirvieron de mucho para curar una miopía que hace de Mr. Magoo un miembro de la Liga de la Justicia con vista de lince.
¿Merece Di Nucci ser considerado un sucesor del doctor Jorge Bucay? No. La Real Academia considera un fraude a la "acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete". Si se trata de rectitud, bastará con decir que los dineros del premio La Nación fueron donados a una institución que trabaja por regularizar la situación de inmigrantes bolivianos, y que probablemente Di Nucci todavía no vio un centavo en royalties (ninguna editorial ni sucursal argentina los paga, salvo que el autor se llame Dan y se apellide Brown). Es difícil creer que "perjudique" a los Mitre, ni a Random House, el haber otorgado a una causa "recta" una cantidad muchísimo menor a la que algunos de sus muy "rectos" directivos gastan en zapatos para sus amantes. Respecto a contrariar "la verdad", el propio autor se defiende con inteligencia: "Con sólo introducir una única modificación un mismo texto cuenta otra historia (...) Esto de la reescritura de Nada se hace en música con el sampleo, o en artes plásticas, como lo que hizo Warhol con La última cena". También, podríamos agregar que hay un caso cinematográfico muy interesante, que es el de Los Angeles plays itself: una suerte de ensayo sobre la reconstrucción de la ciudad en la historia del cine, imposible de ver más allá de festivales, debido a la utilización de imágenes cuyos "propietarios" se resisten a ceder.
El "affaire Di Nucci", más bien remite al caso de Clifford Irving, aquel ignoto novelista que vendió una autobiografía de Howard Hughes. Al que Orson Welles retrató como un verdadero artista en F for fake. ¿Qué es el arte y el entretenimiento sino un perfecto timo?
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